LOS ANTROPÓCRATAS QUIEREN SER FELICES. Ser en el mundo y con el mundo, pero manteniendo también la finalidad del querer propio. No solo el vivir impuesto y maquinal del Instinto, sino el deseo autónomo de un sentimiento característicamente humano. El anhelo de un querer de talante antropocrático que se enfrenta a las inevitables contingencias del azar y asume el destinado final con el firme propósito de vivir una existencia que pueda parecer conforme y merecedora de vivirse. La felicidad nunca pretendió ser otra cosa.