Un joven de diecinueve años, «amante del ayer y de los pensamientos enrevesados», mantiene una relación amorosa con su profesora de ingles, Sophy, treinta años mayor que él, en el ambiente prostibulario de una buhardilla donde pasan las horas. Abajo, junto al portal, hay una funeraria que deja sus ataúdes en el arranque de la escalera a la espera de ser utilizados. El lector no sale en ningún momento de la «casa de la Muerte y el Placer», en la que siempre es de noche o de madrugada. Recuerdos brumosos de Londres, reminiscencias judaicas, cuatro ancianos capitaneados por Alejandro Sawa que siguen con el ritual de sus visitas a la vieja amiga solo por el gusto de charlar con ella un rato, y gatos, muchos gatos, en una atmósfera en la que «Dios se ha vuelto loco», como dice una de las pupilas.