ESPINO LÓPEZ, ANTONIO (1966)
Hace cinco siglos, el 13 de agosto de 1521, caía Tenochtitlan, la otrora esplendorosa
capital del Imperio azteca y ahora tan devastada como sus habitantes, exterminados
por la guerra, el hambre y la viruela. Un mundo, el de Moctezuma y Cuauhtémoc,
el de Huitzilopochtli y el Tezcatlipoca, se extinguía, y otro, el de Cortés y Malinche,
el de Cristo y la virgen de Guadalupe, nacía.
Un hito en la historia universal, que supuso un bocado de león en la conquista española de América y que marcó el nacimiento del país mestizo que es México. Un hito doloroso, pero que cinco siglos después sigue asombrando: ¿cómo pudieron Cortés y su puñado de españoles, prácticamente incomunicados, en medio de un mundo que les era totalmente ajeno y extraño, conquistar a un Imperio que se enseñoreaba sobre una vasta parte de lo que hoy es México? ¿Cómo pudieron escapar en la Noche Triste, y vencer a los guerreros águila y jaguar en Otumba?