«Las preguntas sobre el vivir y el morir, el amor, la belleza o larisa, y el rechazo del triunfo de la muerte no pueden enjaularsesencillamente. Y éstas son preguntas que el racionalista don ManuelBueno se hacía, y no tenía más remedio que hacerse, sencillamenteporque no quería morirse, lo que podrá ser una patología; pero si ahíle duele y ahí le enferma o le altera en su ser, algo con la realidadtiene que ver, y la no pregunta se mire como se mire, es unarepresión» (José Jiménez Lozano).Cuenta Jiménez Lozano en Los tres cuadernos rojos que, siendo niño,leyó en su libro de texto que Unamuno era digno de «cola y cinchajumental». Aquel improperio despertó su interés y complicidad con elautor vasco, iniciando así el diálogo que, durante décadas, mantendría con la obra de Unamuno, particularmente con San Manuel Bueno, mártir. El conversar del escritor castellano con la novela ha sido irregulary pasó de la admiración por un texto que reflejaba con tino un dramade fe a la certeza de que la obra de Unamuno no sostiene ningúnconflicto espiritual.El presente libro busca dejar constancia del encuentro literario dedos